En su primera aparición pública después de las vacaciones de verano, la princesa de Gales sorprendió a propios y extraños al presentarse en el Museo de Historia Natural de Londres junto a William, no por una agenda institucional, sino por su renovado look. Kate, de 43 años, ha dejado atrás su habitual melena castaña para estrenar un rubio vibrante, largo y peinado en suaves ondas, un cambio que ha acaparado la atención tanto de críticos como de seguidores en las redes sociales.
El nuevo estilo ha sido interpretado por expertos como un símbolo de confianza y recuperación, especialmente significativo después de que a inicios de 2025 concluyera su tratamiento contra el cáncer, período durante el cual se mantuvo alejada de la esfera pública. Así, mientras algunos celebraron su frescura y el mensaje de renacimiento penalizado en esta transformación, otros se mostraron escépticos, cuestionando si se trataba de extensiones, una peluca o una estrategia para disimular los efectos del tratamiento oncológico.
El estilista londinense, Sam McKnight, reconocido por su trabajo con la princesa Diana, se puso en defensa de Kate, manifestando en sus redes que “el cabello es una fuente de fortaleza y seguridad, sobre todo tras una ardua lucha contra la enfermedad.” Mientras tanto, publicaciones como Vogue y The Daily Beast destacaron que este cambio coincide con la determinación de la princesa por consolidar su regreso a la agenda oficial y reafirmar su papel protagónico en la monarquía británica.
La transformación de Kate, al igual que las que tuvo lugar anteriormente con figuras como Diana y Meghan, subraya cómo cada detalle de los Windsor es objeto de un análisis detallado a nivel global, reavivando el debate sobre su imagen y proyectando vitalidad en un momento de retorno a la vida pública.
Autor: Jorge Rojas